Volábamos, no precisamente por los vientos huracanados que barrieron todo a su paso, escapábamos de ellos, más al alcanzar esa pérfida Albión sus aires nos dieron una cálida bienvenida en forma de sacudidas. Al fondo los bloques de hormigón y acero observaban pacientemente, ya les tocaría a ellos saludarnos a su manera.
Una vez aterrizados tocaba enfrentarse al temible gusano del subsuelo, su voracidad legendaria no nos amedrentó, inconscientes, sí, pero qué es la valentía sino eso. Dejamos que nos engullera en las profundidades de su morada, sin saber si volveríamos a ver la luz del que todo lo mueve. De todas formas no había miedo, sólo un respeto mutuo, suficiente para establecer una relación que duraría hasta el final de nuestro periplo por aquellas tierras extrañas.
Al regresar a la luz desde las profundidades del subsuelo quedaba encontrar nuestra morada, aquella que restauraría nuestros cuerpos y dejaría volar nuestras mentes a espacios de más allá una vez cumplida la misión que cada día teníamos encomendado. No sería fácil, pero con tesón y paciencia alcanzaríamos nuestros objetivos con éxito.
La extraordinaria morada tenía el aspecto de una colmena gigante, sospechamos de inmediato que terribles peligros y secretos albergaban su interior. No nos interesaban los segundos, pero estábamos alertados de los peligros guardaba el interior de la colmena, un laberinto , como aquel del temible Minotauro en el que sería fácil perderse en sus profundidades y desaparecer por siempre. Prueba de ello la encontramos a las puertas de tan vasto lugar, una de sus moradores sucumbió ante nosotros, sin duda llevaba años vagando por el interior de la colmena, su edad y aspecto no dejaba lugar a dudas, pero el cansancio y la emoción de regresar al exterior fue demasiado fuerte para su cuerpo y mente, cayó, cayó a las puertas de su salvación, fue el momento de su perdición pues la locura se adueñó de ella y tras una dura pugna con su cuerpo, pudo erguirse de nuevo. Con una risa que por siempre atronará en nuestro interior regresó a la oscuridad de la colmena. Quizá fuera lo mejor, quizá pudiéramos haber hecho algo para evitar tamaño desastre,... no estábamos preparados para tal situación, como petrificados por Medusa observamos la caída en desgracia de aquel ser que algún día se pareció a lo que somos ahora, quién sabe si al día siguiente nosotros acabaríamos igual. Estábamos advertidos por la colmena.
En aquel lugar unos seres nos indicaron cuál era nuestro destino allí, no fue fácil alcanzar tal punto, pero nuestra habilidad en la orientación fue fundamental. Encontramos la celda que sería nuestro reposo, o eso esperábamos, esta vez sí, con algo de miedo. No nos entretuvimos, cuanto más tiempo permaneciéramos en aquel peligroso lugar, mayores posibilidades habría de acabar malditos.
Una vez fuera comprendimos que nuestro camino sería un imposible de no conseguir víveres suficientes, al menos que nos permitieran soportar las sucesivas visitas al gusano del subsuelo. No éramos los únicos en tal situación, lo que haría más complejo encontrar alimentos. Sorprendentemente en aquel lugar los puntos de avituallamiento se multiplicaban como nunca habíamos visto, cada punto poseía señales más llamativas, maravillados como estábamos nos dirigimos a uno de estos puntos, inocentes de nosotros, ignorantes de las terribles imágenes que nos esperaban en aquel lugar. Nuestro dinero había sido convenientemente transformado mediante artes arcanas que todavía desconozco en una moneda que allí todos comprendían. Lo primero que nos horrorizó de aquel lugar no fue el extraño y atrayente símbolo de la entrada, simulando unas ondas marinas amarillas, no fue eso. Lo que vimos quedará en nuestra mente por los siglos de los siglos, grabado a fuego, pues en aquel lugar los seres que allí había, se alimentaban observando a otros seres como ellos mientras realizaban sus deposiciones naturales, lo hacían mediante unos recuadros mágicos que mostraban en todo momento el lugar en donde los seres expulsaban esos fluidos corporales que nunca deben ser guardados más de un tiempo prudencial. Como hipnotizados por tamaña visión continuamos el recorrido por aquel lugar, hasta llegar al punto en el que la comida nos sería servida, nos hallábamos allí después de aquella horrible visión y no sabíamos qué pedir, aquello nos salvó. El extraño hechizo que nos obligaba a tomar los alimentos según ese espantoso ritual cesó por un instante, tiempo suficiente para escapar de aquel lugar maldito. Nunca más lo pisaríamos.
Más hambrientos si cabe, nos dirigimos a otro lugar de alimentación, tras una espera de unos minutos nos indicaron que nos servirían en el subsuelo. Temimos encontrarnos de nuevo al gusano en un momento tan delicado como el de su alimentación, por suerte no estaba allí y evitamos exponernos a su cólera. Aquel lugar también estaba encantado, de una mesa no paraba de surgir comida que pronto era vaciada por los lugareños y nosotros mismos. No había rastro de los cuadros mágicos del otro punto de alimentación, así que apartamos nuestros temores y reposamos durante un tiempo tras el comienzo de tan duro viaje.
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