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El mundo del pirateo en Internet anda revolucionado estos días. Compartir archivos de películas se ha convertido en una práctica, además de medio ilegal, muy peligrosa. La comidilla en todos los cibercafés y las parties es la existencia de un número clave denominado checksum que ha sido desarrollado por la empresa barcelonesa de Albert Gabás. Dicha cifra es usada por la Guardia Civil para identificar y capturar a todos los pedófilos que comparten un mismo archivo con pornografía infantil. Los agentes recorren las listas de todos los usuarios P2P (de igual a igual) y comparan sus números con los archivos que posee el sospechoso de abuso de menores. Así caen muchas redes.
Un ciudadano pensará que eso no va con él. Pero los expertos en seguridad informática temen que sólo sea cuestión de tiempo que el checksum empiece a ser empleado por las discográficas y multinacionales del software para identificar a los millones de usuarios que comparten música pirata en MP3, videojuegos o los últimos estrenos en DVD sin pagar derechos de autor.
Para comprender los peligros del P2P (de igual a igual, del inglés peer to peer) hay que entender cómo funciona y cuál es su filosofía. Se trata de una red en la que todos los usuarios son clientes y a la vez servidores, es decir, son iguales entre sí. Cualquiera puede iniciar o completar una transacción, ya sea de música o de películas. La idea es que el que más archivos comparta, más privilegios tendrá y mayor acceso dispondrá de modo más veloz a más contenidos. Los gorrones son mal vistos y se les apoda con el despectivo nombre de leechers.
Hay dos redes para compartir archivos que son las más usadas: la E-Donkey (muy conocida por el E-Mule) y la Bit-Torrent. En este último, el usuario debe bajar un fichero torrent y a partir de ahí buscar usuarios del mismo perfil. En Bit-Torrent, todos tienen el mismo número y lo usan porque va más rápido. Hay cientos de páginas de donde se puede bajar material. «El que no se descarga música o vídeos pirata es porque no quiere, porque hay numerosos recursos a su alcance», comenta un experto. Kazaa, Elefant y otros programas son otras minas donde buscar material sin pagar derechos de autor.
El problema surge cuando los archivos descargados en el disco duro incluyen contenidos ilegales. Muchos detenidos en las redadas de pornografía infantil en Internet alegan que bajaron por error las fotos o los vídeos o que ignoraban lo que había dentro del disco.
La brigada de Delitos Informáticos de la Guardia Civil de Pontevedra, muy activa en la desmantelación de ciberdelincuentes, ya ha reflexionado sobre este dilema. ¿Cómo separar el grano de la paja? ¿Cómo distinguir a un internauta despistado de un pedófilo? Parece ser que las autoridades no persiguen a ningún pirata de medio pelo por descargar una película a su ordenador. La detención es porque no la ha borrado. Se supone que si alguien es inocente y descubre contenidos escabrosos en una película de Disney lo denunciará o eliminará el archivo directamente en la papelera del escritorio. «Alguien empieza a ser sospechoso si comparte con otros ese archivo durante un mes o más. Es igual que el usuario haya bajado un archivo y, por no tener tiempo, no lo haya abierto», afirma un experto policial. Y es que suele ser muy común que los coleccionistas de películas bajen cinco títulos al día, los graben en un DVD virgen y los guardan en un estuche para verlas algún día o cambiarlas en una party. Y por tanto, ignora el contenido porno que hay dentro. «El peligro de las P2P es no comprobar lo que tiene dentro la película compartida», dice un experto.
Por eso, algunos aficionados al P2P se han acostumbrado a previsualizar por anticipado todos los archivos que descargan para no tener líos con la Justicia. «El problema es del usuario, no del programa», comenta un conocedor del mundo de Internet. A veces, ni siquiera tienen culpa los usuarios. «Muchas veces, hay gente que convence a otra para que comparta programas que nunca usa y luego le aparece la policía en su casa con una orden judicial de registro», comenta.
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