Aprovechando la semana de cine de autor de Lugo he ido a ver La clase, creo que ganadora de la Palma de Oro en Cannes. Le tenía ganas desde tiempo atrás y presentándose la oportunidad de verla en pantalla grande, allá fuimos. No me defraudó, aunque quizá esperaba algo más. Los subtítulos en blanco sobre la propia imagen de la película no ayudaba mucho tampoco. De todos modos disfruté durante las más de dos horas que duraba la película sin notar aburrimiento alguno. Y eso que la mayoría de la historia se cuenta entre las paredes de un clase de adolescentes franceses, en un instituo o colegio público parisino. Según he oído grabaron muchísimas horas en la clase y otras dependencias de la escuela, un trabajo duro, pero cuyo resultado les valió la pena.
Independientemente de la imagen de realidad que da la película sobre la educación pública en Francia, el debate está servido, por comparación frente a nuestras aulas y porque los niños son niños aquí, en Francia y en Kuala Lumpur. Menuda batalla libran los profesionales de la educación, tienen muchos días libres, sí; trabajan pocas horas, sí; pero soportar a los chavales de La clase y de muchos de los centros de España puede agotar bastante. Minar la moral y acabar consumiendo a uno. Hay que valer y no todos valen. El sistema educativo, generalista y rígido, impone su método de valoración y se deja a muchos niños fuera, en una edad en la que se marcará su futuro. Que los expertos intenten resolver este problema con los padres, pero de momento La clase pone en evidencia que queda mucho por solucionar.
sábado, octubre 03, 2009
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