Ya estamos aqui

Pues ya que me he pasado tres días en ese pueblecito romano llamado Mérida (Augusta Emerita), voy a comentar un poco mi estancia por aquellos lares.

Primero de todo decir que el viaje lo hemos realizado en coche desde Lugo, esperando ver en el camino desde Salamanca a Mérida algún guarro ibérico (así es como llaman allí a los cerdos), pero no sorprendentemente o por alguna lógica razón seguramente, ni rastro de un cerdito rellenito que juguetease entre el barro o se revolcase sobre él. Nada de nada, sólo edificios grandes donde supuestamente te vendían los ricos productos que salen de tan entrañable animal. Así que lo primero fue dudar de la existencia del puerco ibérico tal y como nos lo podemos imaginar por tierras del Norte, correteando inocentemente por una dehesa y comindo bellotitas para tener un sabor inigualable. Una lástima, parecía que se caía un mito.

Después una vez en Mérida lo que más nos llamó la atención fue el tráfico horrible, calles estrechas, aceras aún más estrechas y motos que surgían de lugares insospechados. Como yo no conducía por ciudad (gracias a nuestro Señor el Guarro Ibérico) no pasé demasiado estrés. Salvo para, una vez encontrado aparcamiento, buscar nuestro hostal. Problemas técnicos de orientación y primer día finiquitado.

Una vez establecidos y después de unas charlas sobre teledetección y SIG, comenzamos con el turno de la búsqueda de piedras. Porque en Mérida andan ricos en piedras, y como humanos normales y alienados nuestra meta era mirar los restos que quedaban de edificios romanos, todos menos los que sorprendentemente no podíamos ver porque se cerraba la visita a las 19:00 h. (incomprensiblemente) como el anfiteatro (quedará para otra vez). Por suerte el horario del Museo Romano acababa de ampliarse y pudimos disfrutar de esculturas, impresionantes mosaicos y otros restos en un edificio bastante chulo, y que debe esatr muy comprometido con el Protocolo de Kyoto porque con la luz que utilizaban podías quedarte chosco si te leías todos los cartelitos.

La noche no la voy a comentar de momento.

Después de otro día similar al anterior, incluida una cena de ibéricos y queso del lugar. (suspiro) A la mañana siguiente tocó ir al Parque Natural de Cornalbo, que alberga numerosas aves y donde se puede apreciar en todo su esplendor un paisaje de ensueño, la dehesa extremeña, con encinas y alcornoques, un suelo verde sin matorral y rocas pintadas del mismo color, que parecía que fueran colocadas a mano una a una al igual que los arbolitos. Y sí, por fin los guarros ibéricos hicieron su aparición, tan gorditos (muy gorditos) y hasta se animaban a corretear o remover su boca en el barro, qué buena vida. También vimos cabalitos y muchos pajaritos, todo muy chulo (cuando me manden las fotos colgaré alguna). El guarda nos enseñó los dominios de la trucha, bueno su deyecciones, que todo el mundo admiraba.

Pues esto fue el resumen de este último viaje, que recomiendo realizar, incluso pasando de la autovía, tomándoselo con calma y disfrutando de la ruta de la plata, con unos paisajes muy bonitos salpicados por vacas, pocos cerdos ibéricos, ovejas, muchas cigüeñas, milanos y demás aves .